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Bici de monte, novela negra y consultoría artesana

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Maite Darceles publicaba ayer un texto en nuestra sección de Firmas Invitadas del blog colectivo que mantenemos en #REDCA, la Red de Consultoría Artesana: Acompañar una transformación. Me parece muy interesante lo que nos traslada. Tiene que ver con la forma en que encaramos el proyecto de consultoría y cómo favorecer la transformación de la organización de la mano de las personas que trabajan en ella. Ahí nuestro rol es complejo: conducimos, hacemos de espejo, intervenimos, demoramos, aceleramos, cuestionamos…, todo un amplio repertorio de movimientos que pretenden contribuir a una evolución positiva en lo general (la organización en sí) y en lo particular (lo que compete a cada persona individualmente).

Escribía Maite en el post que quienes trabajamos en este tipo de consultoría mediante la que intentamos ayudar a transformar necesitamos:

    • Un conocimiento generalista lo más amplio posible. Todo nos puede servir en un momento dado para interpretar mejor los argumentos; o la falta de ellos.
    • Experiencia con personas, cuanto más diversas mejor, y en contextos emocionalmente exigentes. Hay que saber ir más allá de las interpretaciones literales.

Pues bien, hace poco terminé de leer Sócrates en bicicleta, un ensayo de Guillaume Martin, ciclista profesional que actualmente pedalea en las filas de Cofidis. Es un hombre que en 2017, además de por sus logros velocipédicos, se ganó cierta fama al publicar una primera versión de este texto. El hombre ha estudiado Filosofía y se atrevió a publicar no solo un primer trabajo en el que relacionaba a Nietzsche con el deporte, sino que publicó este librito para poner en contacto a filósofos (todo hombres, por cierto) con ciclistas profesionales camuflados. Utilizo esta palabra porque en el libro desfilan corredores con sus nombres ligeramente maquillados. Ya sabemos quiénes son, pero el autor se ha permitido la licencia de toquetear sus nombres como parte del juego que nos propone.

Por otro lado, ayer publiqué la reseña número 17 en lo que va de año una novela del género negro. Me he propuesto leer una a la semana (con alguna que otra falta) y escribir una breve reseña. Es una forma de asimilar mejor el texto. Me obliga a una reflexión adicional. Soy de los que cuando se pone a leer es capaz de fundirse mil páginas en un fin de semana. Se me va la cuerda y a veces me siento cautivo de lo que leo. Hasta que no lo termino, no puedo parar de leer. El género negro me acompaña desde hace muchos años. Me entretiene y me hace pasar buenos ratos. ¡Qué más quiero!

En fin, vuelvo a la consultoría y al post de Maite. Cuando trabajamos con este prisma artesano del que presumimos, creo que queda meridianamente claro que quien presta el servicio es una persona, con lo bueno y lo malo, sus fobias y filias, su forma de ser y pensar. No se contrata consultoría de marca y a precio/hora de sonrojo. Sí, vale, en parte somos marca (personal, el mercado nos coloca ahí), pero somos primero personas y después profesionales que nos ponemos manos a la obra con un proyecto concreto en el que queremos aportar y llegar a buen puerto.

Guillaume Martin explica en su libro –una auténtica delicia a la que dedicaremos seguramente más de un post– que necesita diversificar actividades para hacerlas bien. Desde luego, juega con una aparente contradicción: siempre nos han dicho que para ser buena/o en algo hay que concentrar esfuerzos. ¿Qué pinta un ciclista profesional dedicando tiempo a la filosofía o la restauración de casas rurales? El deporte que nos presenta el autor no vive solo del físico, sino que juega con otros estímulos. Sí, estás pensando bien: la filosofía es uno de ellos y puede servir para conseguir más y mejores logros deportivos. Allá tú si no te lo crees.

La novela negra hurga en tramas a veces oscuras (otras no tanto, por cierto). Tiene que ver con la psicología, con pulsiones, con derivas emocionales que terminan en consecuencias trágicas. ¿Me sirve para trabajar como consultor artesano? Pues sí, me sirve porque esa persona que es capaz de leerse una novela a la semana soy yo. No puedo mirar a otro lado. Es lo que hago y algo reflejará de lo que soy.

¿Qué tienen en común la bici de montaña, la novela negra y la consultoría artesana? La respuesta es tan simple que a veces cuesta entenderla como un razonamiento lógico. Somos lo que hacemos, lo que pensamos e imaginamos. Cuando estás de lleno en un complejo proceso de consultoría, todo sirve para buscar el cauce más adecuado. ¿A qué recurrimos? A nuestras experiencias, a cualquier elemento que nos ayude a la construcción colectiva, tal como indica Maite Darceles en su post.

Siempre he pensado que mis viajes con la bici de monte formaban parte de mí. He terminado por escribir una tesis doctoral sobre este mundo de las bicis. Leo a Guillaume Martin y cuando se pregunta si podemos o no filosofar cuando pedaleamos, sé que hay tantas respuestas como personas apretamos las bielas para que giren y nos desplacen de un sitio a otro. Leo a Rosa Ribas, a Claudia Piñeiro, a Alicia Giménez Bartlett o a Toni Hill y descubro que las tramas me ayudan a abrir otra línea de fuga en mis proyectos de consultoría. Por eso el título de este post me deja tranquilo, porque la consultoría artesana, la bici de monte o la novela negra son partes de un mismo todo. Sé que me repito. ¿Quizá no me lo creo del todo? Las contradicciones siempre forman parte de la maleta de viaje.

Imagen de Prawny en Pixabay.


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